sábado, 10 de octubre de 2009
Te presto mi ángel
Aceptálo, te presto mi ángel.
Es un poco caprichoso, en realidad. A veces se empaca y otras se queda dormido, pero es muy bueno. Lo que pasa es que conmigo se aburre, está cansado de ir y venir por la casa detrás de mí juntando cosas desordenadas, buscando ropa para lavar, tendiendo camas o limpiando la cocina. A veces me acompaña al supermercado y la verdad, es que eso es lo que más le gusta. No sabés, hace unos líos terribles: saca cosas de mi changuito y las pone en el de otra señora, o al revés, de pronto me encuentro con mi changuito cargado con diez plumeros, dos docenas de trapos de piso o quince litros de lavandina.
Y yo sé que ahora anda medio triste y es raro porque él siempre está cantando; le gusta cantarme canciones españolas al oído y a mí, se me van las piernas solas por bailar. Pero ayer, cuando estaba en la cocina, lo vi pasar cabizbajo, con las alitas un poco aplastadas, dejando en el piso un camino de plumas. Las junté y las guardé en un alhajero para pegárselas cuando esté dormido. Pero no sé cómo voy a hacer, porque últimamente casi ni duerme; lo siento que salta de mi cama y anda por la casa toda la noche. Va al dormitorio de los chicos y los mira dormir, les hace cosquillitas en las plantas de los pies y los tapa.
Te lo presto, en serio que te lo presto, con vos seguramente la va a pasar mejor y además va a estar con tu ángel y entre los dos te van a acompañar y te van a ayudar a elegir el camino que necesitás. Yo, mientras tanto, voy a tomarme unas vacaciones de ángel, porque, entre nosotros, la verdad es que me tiene cansada.
Dale, decime que sí, te presto mi ángel, si acá en casa, de todos modos, están los ángeles de los chicos, y como son los ángeles más buenos del mundo, también van a cuidar un poco de mí. No te preocupes.
Ahí va, ahí va, lo tenés atrás tuyo, ya no vas a poder zafar de él. ¿Sentís el aleteo? Cuando está contento, bate las alitas y se produce una brisa tan linda que te hace estremecer. Ja ja, mirá como se te vuela el pelo...ya se encariñó con vos ¡qué loco!. Pero frenálo, eh? A veces es un poco mandón y agrandado, pero no le hagas caso, puede ser el más dulce de los ángeles.
Vayan, yo desde acá me quedaré mirándolos y cuando vos lo decidas, vuelvan, estaré esperándolos a los dos.
domingo, 29 de junio de 2008
Cosas nunca vistas
El cielo comenzó a ponerse oscuro y un fuerte viento empezó a volar las polleras de las señoras, las gorras de los chicos y los diarios de los señores que en la vereda del bar leían las últimas noticias mientras tomaban una cerveza helada.
Me levanté. Como una autómata caminé apurada hasta salir a la calle aunque sin saber a dónde ir y me tomé el cabello con las manos para que no se me volara junto conmigo misma y mis apenas cincuenta y dos kilos.
Por el aire pasaban papeles, bolsitas de nylon, envoltorios de todo tipo y hasta un billete ajado de dos pesos que me rozó la nariz y aunque intenté detenerlo siguió su camino ojalá que para detenerse en la gorra de algún mendigo.
Un molesto papelito blanco se me pegó en la cara y de un manotazo me lo saqué pero el atrevido dio una voltereta y otra vez quedó pegado delante de mis ojos que ya se estaban llenando de tierra mezclada con lágrimas. Volví a sacarlo y volvió a pegarse como diciendo leéme. Le hice caso, yo siempre hacía caso.
Con letra cursiva manuscrita un minúsculo mensajito decía “hombre invisible busca mujer transparente para hacer cosas nunca vistas”. Me causó gracia. Miré para todos lados tratando de encontrar al hombre invisible hasta que me di cuenta de que si era invisible no podría verlo. Tonta, me dije, dejé que el papelito siguiera su vuelo y seguí caminando apurada hasta que plafff, otra vez el hombre invisible se me pegó a los ojos. Lo hice un bollo, lo metí en mi cartera y apuré el paso.
De pronto, a un relámpago impresionante le siguió un trueno más impresionante y una lluvia torrencial se descargó sobre la ciudad, entonces sin pensarlo demasiado volví a meterme en otro bar para protegerme. Pedí un cafecito, ya estaba sintiendo frío y en la pantalla del televisor decía que la temperatura había descendido a 20 grados dejando atrás los 35 que habíamos tenido hacía media hora. Busqué en mi cartera un cepillo y allí, mirándome y matándose de risa, estaba el papelito. Lo desplegué y volví a leerlo: “hombre invisible busca mujer transparente para hacer cosas nunca vistas” y más abajo, casi imperceptible, el número de un teléfono celular.
Andrés siempre me decía, vos sos una mujer transparente, puedo ver todo a través de tus ojos, a través de tu sonrisa, a través de tu cuerpo cuando tiembla entre mis manos y que esto y que lo otro y que patatín y que patatán y todas esas cosas que dicen los hombres…todas esas cosas que nosotras nos creemos. Y si yo era una mujer transparente…por qué no llamar por teléfono al hombre invisible? Por qué no hacer cosas nunca vistas con este señor que me andaba buscando?.
Saqué mi celular y lo llamé. Así era yo, audaz, atrevida y como tal me lancé al misterio que había detrás de ese papelito y llamé.
- Quiero hablar con el hombre invisible- le dije.
- Quién habla- me contestó una voz que me sonó como cercana.
- Una mujer transparente- respondí y la mujer audaz empezó a temblar como una hoja.
- Quiero verte- me dijo la voz.
- Y yo podré verte?- pregunté.
- Los hombres invisibles somos invisibles a los ojos de los que no aman y sólo se dejan ver por mujeres transparentes.
Un celular había sonado hacía un minuto en la mesa de atrás, giré mi cabeza y un hombre de tez trigueña, barba y unos ojos que sonreían al mismo tiempo que su boca, me saludaba con la mano derecha mientras con la izquierda sostenía el celular pegado a su oreja.
- Puedo?- pregunté tímidamente señalando la silla que estaba desocupada al lado del “barbas”.
Ya estaba anocheciendo cuando nos subimos a su alfombra mágica y empezamos a recorrer el cielo de la ciudad, yo aferrada a su cintura y riendo a carcajadas cada vez que nos rozaba algún pájaro rezagado que volvía a su árbol. Nos sentíamos frío y ni el viento ni la lluvia nos molestaban. En las terrazas podíamos ver las ropas colgadas que empapadas había quedado enroscadas en las sogas; en las plazas, parejas de enamorados refugiados bajo alguna pérgola; en las cornisas, las palomas de a dos haciendo el amor y en la puerta de la catedral el mendigo con los dos pesos ajados.
Nuestras risas volaban con nosotros en la alfombra y se mezclaban con los truenos y se iluminaban con los relámpagos pero igual nadie nos veía. Nadie podía ver al hombre invisible que con la mujer transparente, estaban haciendo cosas nunca vistas y que nunca nadie vería.
Los besos no deben romperse
Un beso cayó en la vereda.
Miré para arriba suponiendo que habría caído desde algún edificio y lo tomé suavemente con un poco de temor para no romperlo. Los besos no deben romperse, me decía siempre mi abuelo Carlitos y una lágrima le rodaba por su mejilla cada vez que me mostraba la foto de Lucía, aquella jovencita de quien se había enamorado antes de casarse con mi abuela.
Una alta torre de departamentos se levantaba frente a mí y me quedé escuchando esperando algún grito de reclamo, quizá de alguna adolescente a quien se le había caído al querer robarlo. No escuché nada.
Me paré delante de los timbres y comencé a llamar empezando por el piso 20 , departamento “A” y así hasta llegar al 1“B”. No quise tocar en la planta baja porque de ahí no podía haberse caído.
-Perdone…a usted se le cayó un beso a la vereda?
-Quéeeeeeee????
-Qué dice??????
-No está la señora…
-A quién busca?
Diferentes y ridículas respuestas fui escuchando de cada departamento como si el haber encontrado un beso caído en la vereda fuera algo tan extraño.
Cuando ya estaba por irme, me volví. Una anciana con los ojos llorosos y un pañuelito blanco en la mano que acababa de salir de un departamento de la planta baja, se acercaba lentamente hasta abrir la puerta:
-Señora- le dije- este beso es suyo?
Sin decir una palabra, abrió el pañuelito y dejó caer en él el beso que yo tenía en mi mano, lo envolvió despacito, me abrazó débilmente y se metió otra vez en el edificio mientras balbuceaba:
-Ay Carlos...Carlos…los besos no deben romperse... ya te lo dije…
El loco que tengo dentro mío
El loco que tengo dentro mío
me despierta,
me sacude,
me dice que bailemos
al compás de los grillos,
que salgamos,
que vayamos cantando
de la mano bajo el brillo
de la luna y no te importe
que nos miren,
que el mundo se dé vuelta
para vernos; reírnos,
reírnos de la lluvia,
de la brisa,
de la noche estrellada;
jugar al escondite,
llorar porque sí,
llorar por nada...
El loco que tengo dentro mío
te sacude y te llama,
desabrocha tu camisa y salta,
salta y busca al loco
que aquella noche
se metió en mi cama,
¡casi nada!
Y fuimos dos...
dos locos de amor,
locos del alma.
sábado, 28 de junio de 2008
Esquina de sol y luna
Esquina de sol y luna
para jugar con los sueños
mientras las puertas se cierran
y nos espían sus dueños.
Esquina de besos dulces,
de caricias a escondidas
escapando de las risas
de los chicos que nos miran.
Esquina para esperarte
bajo un estrellado cielo
o decir bajo la lluvia
lo mucho que yo te quiero.
Esquina de sol y luna,
sol de tardes, sol de siestas,
de amores de chiquilines,
media luna o luna llena.
Lo sabías?
Te encontré de nuevo
navegando
entre letras
que no eran las mías
y te vi – lejano – y
quise tocarte
y rozar tu mano
como antes
cuando éramos uno
te acordás?
cuando vos me besabas
y yo te tenía
y vos…
vos me amabas
eso me decías
y yo…
yo te creía…
y no me importaba
ni ella
ni nada
ni tu gesto hosco
ni tus palabras frías
de cada mañana
muda,
con horas perdidas…
yo quería amarte
sólo eso quería
y no me importaba
ni tu poco tiempo
ni tu cama compartida
me importabas vos
sólo vos…
…lo sabías?